Tensión y diplomacia: la dura postura de Trump y la alternativa de Biden hacia México

El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que entró en vigor el 1 de julio de 2020, sustituyó al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y está programado para ser revisado por parte de sus tres miembros en 2026. Esta revisión se lleva a cabo en un contexto de enormes cambios económicos y políticos significativos en los tres países. En lo político, México llegará a la negociación con una nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, y un experimentado y flamante Secretario de Economía, Marcelo Ebrard. Por su parte, en Estados Unidos podría continuar la administración del presidente Joe Biden, acompañada de su dura Representante Comercial, Katherine Tai, aunque es muy probable que Donald Trump regrese a la Casa Blanca en enero de 2025 y con él, su equipo de duros en materia de comercio internacional, encabezados por Robert Lighthizer. En cuanto a Canadá, lo más probable es que cuando se dé la revisión del T-MEC, seguirá con su impopular primer ministro, Justin Tudreau.

Analistas mencionan que en la revisión del T-MEC habrán de abordarse los desafíos planteados por la pandemia de COVID-19, las tensiones comerciales globales (en especial las relacionadas a las malas prácticas de China), la inoperatividad del mecanismo de solución de controversias del propio tratado, las políticas proteccionistas emergentes, así como varios temas escabrosos adicionales. Las expectativas para la revisión del T-MEC incluyen ajustes en las reglas de origen, normas laborales y ambientales más duras, así como la modernización de disposiciones sobre comercio digital y propiedad intelectual.

Será un gran reto poder llevar a buen puerto una negociación en la que los tres países buscarán consolidar a Norteamérica como la región más competitiva de mundo, y al mismo tiempo equilibrar sus intereses nacionales con el objetivo común de fomentar un comercio más justo y eficiente en la región.

La virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, designó a Marcelo Ebrard como próxixmo Secretario de Economía

La política del déficit comercial

El expresidente estadounidense y candidato republicano, Donald Trump, declaró en 2018 que su acuerdo comercial, el T-MEC (USMCA por sus siglas en inglés) sería el “más equilibrado en la historia de nuestro país”. Sin embargo, los déficits comerciales de Estados Unidos con Canadá y México siguen aumentando año con año.

De acuerdo con el Departamento de Comercio, el déficit comercial combinado de bienes de Estados Unidos con Canadá y México alcanzó los 220 mil millones de dólares en 2023, frente a los 85 mil millones de dólares de 2017, el año en que Trump asumió el cargo y obligó a los dos países a renegociar el TLCAN (NAFTA), que llevaba en vigor desde 1994.

En 2024 es evidente el fracaso de Trump para revertir los déficits comerciales de su país, a pesar de renegociar con éxito el mayor acuerdo comercial de su país y aplicar aranceles por valor de miles de millones de dólares a una serie de otros socios comerciales extranjeros. Esto sólo aumenta las dudas sobre sus agresivos planes para un probable segundo mandato en el que ha dicho que buscará aumentar aún más los aranceles para revertir la situación de la balanza comercial de Estados Unidos.

Política comercial de Biden vs Trump

En este contexto, vale la pena abordar el análisis de la política comercial reciente de Estados Unidos, dado que en principio a quien le tocará la revisión del tratado será al republicano Donald Trump o al demócrata y actual presidente, Joe Biden.

En este sentido, en un artículo de Jonathan Draeger, publicado el 17 de junio en el portal RealClearPolitics y titulado “Las guerras comerciales: cómo coinciden las políticas de Trump y Biden”, se detalla la evolución de la política comercial de Estados Unidos tras la llegada de Donald Trump al poder en 2017. Además, se realiza un análisis comparativo de las similitudes y diferencias entre las políticas del presidente actual y su predecesor, quien como ya lo mencioné, es muy probable que regrese a ocupar la Casa Blanca.

El artículo comienza recordando que una de las características definitorias de la campaña presidencial de 2016 por parte de Donald Trump fueron sus opiniones poco ortodoxas sobre el comercio, al menos hasta ese momento. Con la notable excepción del precandidato demócrata de corte socialista, Bernie Sanders, los demás precandidatos repitieron como loros el consenso bipartidista de larga data sobre las bondades del libre comercio. En campaña, Trump promovió políticas y aranceles proteccionistas.

“No podemos seguir permitiendo que China viole a nuestro país, y eso es lo que están haciendo. Es el mayor robo en la historia del mundo”, dijo Trump en un mitin de campaña de 2016 en Fort Wayne, Indiana. En sus comentarios durante la campaña electoral, se podían escuchar ecos de sus entrevistas de la década de 1980, cuando expresó su frustración por la forma en que Estados Unidos manejó el comercio, específicamente con respecto a Japón y Medio Oriente. «Creo que mucha gente está cansada de ver a otros países destrozar a Estados Unidos», dijo. «Éste es un gran país. [Otras naciones] se ríen de nosotros a nuestras espaldas, se ríen de nosotros por nuestra propia estupidez”.

Ahora sus opiniones proteccionistas se han vuelto comunes. El 14 de mayo de este año, el presidente Biden impuso un nuevo paquete de aranceles a China, incluido el 25% sobre el acero, el aluminio, las baterías, las grúas de envío a tierra y algunos productos médicos, el 50% sobre los semiconductores y los paneles solares, así como del 100% a los vehículos eléctricos.

Antes de que llegara Trump, la opinión predominante en materia de comercio era que el libre comercio y los aranceles bajos o nulos eran la mejor política para impulsar la economía global, incluida la de Estados Unidos. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue concebido por primera vez por el presidente Ronald Reagan, negociado en la administración de George H.W. Bush y promulgado por Bill Clinton. El candidato presidencial texano Ross Perot se opuso ruidosamente al TLCAN, pero terminó tercero en las contiendas electorales de 1992 y 1996, y la cuestión quedó resuelta (o eso parecía, basándose en los presidentes que siguieron a Clinton).

Al leer la agenda comercial de 2001 del representante comercial de George W. Bush, Robert Zoellick, el enfoque principal fue construir “un nuevo consenso para promover mercados abiertos para el comercio en las próximas décadas”. La agenda de Barack Obama de 2009 se centró un poco más en los derechos de los trabajadores y el medio ambiente, pero aun así dio prioridad al libre comercio: “El comercio libre y justo, con la debida consideración por los objetivos sociales y ambientales y una adecuada responsabilidad política, contribuirá poderosamente al bienestar nacional y global”.

Sin embargo, apartándose del mantra anterior, tanto Donald Trump como Joe Biden han fijado como objetivo de sus políticas comerciales aumentar la producción nacional y los empleos para los estadounidenses de clase trabajadora. El representante comercial de Trump, Robert Lighthizer, destacó esto en 2017, diciendo que el enfoque de su política comercial sería ayudar a la gente común: “Al ampliar el acceso a los mercados de exportación mediante la negociación de buenos acuerdos comerciales y la aplicación de las leyes comerciales de Estados Unidos, podemos aumentar los salarios y ayudar a nivelar el campo de juego para los trabajadores, agricultores, ganaderos y creadores de empleo estadounidenses”.

La administración Biden ha adoptado una postura similar. En línea con los llamamientos de la clase trabajadora al enfoque de “Reconstruir mejor” (Build Back Better) para hacer crecer la economía, la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, dijo al comienzo de su mandato que aplicaría “una política comercial centrada en los trabajadores”.

El expresidente y nuevamente candidato republicano, Donald Trump, podría quitarle su puesto a Joe Biden.

Diferencias en la política comercial

Aunque Trump y Biden coinciden en gran medida en sus objetivos de política comercial, sus políticas específicas difieren. La primera diferencia es el enfoque de la administración Biden es en cuestiones ambientales y de equidad. A diferencia de la agenda de Trump de 2017, que priorizaba exclusivamente la fortaleza de Estados Unidos, la economía estadounidense y la protección de la soberanía estadounidense, la de Biden también incluía el pilar de “construir infraestructura sostenible y un futuro de energía limpia”.

Aunque no ha habido regulaciones radicales que hagan cumplir este pilar, esto ha entrado en juego con políticas como la “contratación pública verde”, que describe “mejores prácticas” para promover “soluciones sostenibles y verdes”. Algunos ejemplos que sugirieron incluyeron “construir edificios con emisiones netas cero y aumentar la eficiencia hídrica y energética”, así como “programas piloto para electricidad libre de contaminación de carbono”.

La otra diferencia principal entre las políticas comerciales de los dos presidentes es el alcance y los detalles de sus aranceles. El ex presidente del Consejo Nacional de Comercio Exterior, William Reinsch, dijo a RealClearPolitics que la diferencia entre los dos es que Trump está “usando un hacha y Biden un bisturí”.

Específicamente, se refería a los amplios aranceles que Trump impuso a China en 2018 y 2019, que afectaron bienes por valor de 380 mil millones de dólares. Además de estos aranceles, Trump ha planteado la idea de un arancel del 10% sobre todas las importaciones y un arancel del 60% sobre todos los productos chinos si es elegido para un segundo mandato. Andrew Hale, analista principal de política comercial de la Fundación Heritage, dijo a RCP que cree que estos aranceles del 10% sobre todos los bienes son simplemente “bravuconadas electorales que se retirarán de la agenda de discusión si regresa a la Casa Blanca”, ya que otros, como Robert Lighthizer, no han indicado apoyo a los aranceles aplicados a todos los bienes.

La administración Biden ha utilizado un enfoque más centrado, y los aranceles anunciados recientemente afectan sólo a importaciones chinas por valor de 18,000 millones de dólares. El comunicado de prensa que anunciaba los aranceles decía que se aplicaron a bienes específicos porque «las prácticas comerciales desleales de China en materia de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación están amenazando a las empresas y trabajadores estadounidenses».

Esta política difiere de los aranceles de Trump sobre la mayoría de las exportaciones chinas, centrándose en cambio en bienes específicos elaborados mediante prácticas comerciales desleales. Este enfoque basado en bienes, dijo a RCP la ex economista principal de la Oficina de Política Fiscal de la administración Biden, Kimberly Clausing, tiene un objetivo “mucho más limitado” que la política comercial de Trump, que caracterizó como “proteccionismo sin ninguna restricción”.

Efectos de las políticas

Clausing también cuestionó el grado en que los aranceles de Trump han ayudado a los trabajadores estadounidenses. Aunque la tasa de desempleo en la industria manufacturera se redujo marginalmente, del 4.2% en enero de 2017 al 3.4% en enero de 2020, el déficit comercial de Estados Unidos aumentó de alrededor de 516 mil millones de dólares en 2017 a 559 mil millones de dólares en 2019. Sin embargo, la imposición de los aranceles si coincidió con una pequeña disminución en el déficit comercial con China, que cayó de alrededor de 375 mil millones de dólares en 2017 a 342 mil millones de dólares en 2019, pero en 2022 había aumentado nuevamente a 382 mil millones de dólares, a pesar de que Biden no eliminó la mayoría de los aranceles de Trump.

Los expertos dicen que los aranceles podrían no haber tenido los efectos a largo plazo previstos debido a una variedad de factores. Clausing señaló los aranceles de represalia implementados por China, como su arancel del 25% de 2018 sobre bienes por valor de 50 mil millones de dólares, que redujeron las exportaciones estadounidenses a China. Por lo tanto, aunque las importaciones desde China disminuyeron, las exportaciones a China también disminuyeron, dejando la balanza comercial de Estados Unidos con China prácticamente sin cambios. Por su parte, William Reinsch también dijo a RCP que China empleó tácticas para evadir los aranceles, como enviar acero a Vietnam o Corea, y luego “transformar sustancialmente” el acero en alambre, por ejemplo, para que no estuviera sujeto al arancel estadounidense sobre el acero chino.

Los recientes aranceles de Biden tampoco han escapado a las críticas. Scott Lincicome, vicepresidente de economía general del Cato Institute, de tendencia libertaria, criticó los aranceles sobre bienes ambientales como los vehículos eléctricos, diciendo que el aumento de los precios de estos bienes “disuade los propios objetivos ambientales de la administración”. Lincicome también criticó la idea de los aranceles en general, diciendo que las industrias “protegidas” por los aranceles no utilizan las ganancias adicionales de los precios más altos para volverse “hiperinnovadoras y eficientes”, sino que simplemente tienden a “embolsarse la ganancia, y luego, cuando los aranceles o los subsidios van a desaparecer, regresemos a Washington y hagamos cabildeo para obtener más de ellos”.

Conclusiones

Con independencia de quien gane la elección presidencial de Estados Unidos, México debe llegar bien preparado a la revisión del T-MEC en 2026. Nuestro país podría enfrentar varios desafíos negativos. En primer lugar, es probable que Estados Unidos y Canadá ejerzan presión para endurecer las normas laborales y ambientales, lo que podría aumentar los costos de cumplimiento para las empresas mexicanas y afectar la competitividad de ciertos sectores​. Además, se podría exigir ajustar las reglas de origen, especialmente en la industria automotriz, lo que podría obligar a las empresas mexicanas a modificar sus cadenas de suministro y enfrentar mayores costos operativos.  También es casi un hecho que se revisarán los mecanismos de resolución de disputas, lo que podría resultar en un proceso más desfavorable para México si se percibe una falta de imparcialidad en las decisiones arbitrales. Finalmente, cualquier modificación en las políticas agrícolas podría afectar a los productores mexicanos, quienes ya enfrentan competencia y barreras en el acceso al mercado estadounidense​​.

Son tiempos de mucha incertidumbre y necesitamos estar informados.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

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