A la luz del reciente resurgimiento de la inflación, que llegó a 4.69% anual en mayo; además del debilitamiento en el ritmo de creación de empleos formales, con un dato de un crecimiento de apenas 486,090 trabajadores registrados en el IMSS en el último año; la caída de la producción física de la industria manufacturera de -0.83% nominal anual en el primer cuatrimestre del año y el estancamiento de los salarios reales, creo que es importante reconsiderar una pregunta fundamental: ¿Cómo es que ocurre un colapso económico?
Como he dicho durante años, un colapso económico no es un evento, es un proceso. Cuando la gente piensa en una crisis económica histórica, normalmente imagina algo así como el “error de diciembre” de 1994. Sin embargo, hubo numerosos indicadores y señales de advertencia que condujeron a ese accidente y que deberían haber alertado a la gente. Incluso hubo un puñado de economistas que expresaron su preocupación por el gigantesco déficit de cuenta corriente que se tenía ese año y la perspectiva para 1995 de que no sería financiable, pero fueron ampliamente ignorados.
Desde antes de que se produjera la crisis de 1995, numerosos economistas del establishment (de la torre de marfil) minimizaban la situación del creciente déficit de cuenta corriente que registrábamos en la balanza de pagos y negaban que el sistema estuviera en peligro real. Pero la crisis pegó durísimo y miles de familias perdieron sus hogares al igual que miles de empresarios perdieron sus negocios. Si bien, el PIB se recuperó en el periodo de 1996 a 2000, hubo mucho sufrimiento económico, en gran parte porque a medida que aumentaba la inflación, el Banco de México elevó las tasas de interés y la TIIE a 28 días llegó a más del 89% en marzo de 1995, cuando la enorme mayoría de los créditos eran a tasa fija. Esto provocó una crisis de impagos y la quiebra del sistema bancario. Cabe recordar que las tasas se mantuvieron altas todo el sexenio del presidente Ernesto Zedillo de tal manera que en diciembre de 2000 la TIIE a 28 días se ubicó en 18.39 por ciento.
La cuestión es que los “expertos” tradicionales casi siempre se equivocan, no anticipan los problemas y aquí lo hemos documentado. Los escépticos del colapso ignoran la evidencia o no comprenden las implicaciones de los acontecimientos. Y ahora no quieren creer que si el gobierno federal sigue por el actual camino de elevar el gasto público en pensiones y ayudas sociales, sin una amplia reforma fiscal que aumente la base de contribuyentes, la economía estará quebrada en unos años y que las consecuencias serán terribles.
Es verdad que el actual problema fiscal de México es de naturaleza diferente al observado en 1994 cuando con una economía mucho más pequeña, la balanza comercial registró un déficit de 18,464 millones de dólares, producto de un saldo total de exportaciones por 60,882 millones de dólares e importaciones por 79,346 millones de dólares. Por su parte, el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos en 1994 resultó de 28,786 millones de dólares. En un contexto de fuga de capitales que se daba ese año, el gobierno entrante de Ernesto Zedillo, pronosticaba un déficit de cuenta corriente de cerca de 42 mil millones de dólares para 1995. El mercado no les creyó que fuera posible financiarlo y con un tipo de cambio en banda de flotación, además de diversas indiscreciones de funcionarios federales, se dio la traumática devaluación que constituyó “el error de diciembre” de 1994.
Ahora nuestro desequilibrio es distinto, pero no menos peligroso. Tenemos un déficit fiscal que representa casi 6% del PIB y un creciente gasto público improductivo. La economía mexicana crecerá este año, en el mejor de los casos en 2.0%, pero con un gigantesco déficit fiscal de 2 billones de pesos. Es decir, sin el gasto del gobierno estaríamos en -4% de crecimiento. Con la desaceleración que se viene y con la inflación al alza, pronto estaremos en una fase estanflacionaria y las cosas se podrán poner mucho peores para la recaudación fiscal.
Se nos dice que por ahora el riesgo de crisis en México es bajo, pero la realidad es que si se aprueba la reforma al sistema judicial en los términos hasta ahora anunciados, aumentará la prima de riesgo de México y habrá consecuencias en el costo de la deuda del gobierno federal, así como de empresas y familias, lo que puede resultar en una caída de la inversión y un menor crecimiento económico.
En este contexto y como ocurre con cualquier colapso, eventualmente llegará un punto en el que la gente finalmente se da cuenta de que los pesimistas y los “traficantes del fatalismo” tenían razón desde el principio y que el peso de los errores será demasiado alto para refutarlo. Creo que de no haber un cambio de rumbo en la política económica y sin una estrategia clara para disminuir el déficit fiscal, nos acercamos a ese momento muy rápidamente.
Mientras tanto. Estas son las cinco etapas de negación que atraviesan las personas antes de admitir que se avecina una calamidad económica, de acuerdo con el artículo de Brandon Smith, publicado el 11 de junio de 2024 en el portal de Alt-Market.us y titulado “Las cinco etapas de la negación cuando los escépticos se enfrentan al colapso económico”:
Etapa 1: «No sé de qué están hablando los teóricos de la conspiración; lo estoy haciendo bien»
Hay un viejo dicho que data de la Gran Depresión que dice algo como esto: «Es sólo una depresión para la gente sin trabajo». Es decir, si no fueras parte del 30% de desempleados en Estados Unidos en ese momento, entonces en tu estrecho mundo la Gran Depresión podría no haber parecido tan mala. En otras palabras, la gente ignorará el hundimiento del Titanic mientras todavía tengan su propio bote salvavidas.
Este es un problema importante en medio de la situación de estanflación actual, y es la raíz de lo que se quejan muchos Zillennials. En sus mentes, ésta es la peor época económica de la historia del mundo y culpan a los “boomers” y a la Generación “X” por su dolor. Realmente no lo es (al menos no todavía), pero es cierto que muchos “boomers” y Gen-X han entrado en esta complicada situación con la ventaja del tiempo. Han tenido tiempo de construir un bote salvavidas, mientras que los Zillennials no.
No se trata de lo que es justo; no existe nada llamado “justo” en economía. Pero la gente de 50 y más años deben darse cuenta de que, incluso si la estanflación no es una crisis para ellos personalmente, sí lo es para los más jóvenes en particular. Cualquier persona que todavía niegue la realidad del colapso porque “lo está haciendo bien” necesita callarse y hacer un balance del panorama general.
Etapa 2: “Han estado hablando de colapso durante años y todavía estamos aquí”
Mucha gente tiene nociones infantiles de lo que es un colapso, en su mayoría derivadas de las películas y la televisión de Hollywood. Se imaginan un caos en el mercado de valores, colas interminables para comprar sopa, hambrunas masivas e incluso una destrucción al estilo de la película Mad Max. Cuando sucede este tipo de cosas, siempre es al FINAL del proceso de colapso, no al principio. La antigua nación de Yugoslavia sufrió múltiples episodios de inflación antes de que finalmente estallara con la balcanización y la guerra. No sucedió de la noche a la mañana, pero todas las señales estaban ahí.
Cuando los analistas predicen estos eventos con años de anticipación, le están haciendo un favor; Le están dando suficiente tiempo para prepararse. A diferencia de los analistas de la torre de marfil que sólo advierten al público justo antes (o inmediatamente después) de que la crisis alcance su punto máximo.
Lo creas o no, veo muchos negacionistas argumentando que hoy todo está bien con la política económica, incluso en el contexto actual de estanflación y creciente déficit fiscal, una sequía espantosa que eleva los precios de los alimentos, el intento de tiranía médica a nivel nacional, múltiples guerras regionales en todo el mundo que podrían desencadenar la Tercera Guerra Mundial, constantes disturbios civiles en diferentes latitudes, etc. ¿Es la amenaza de una muerte inminente la única ¿Qué hará que estas personas despierten a la realidad?
Etapa 3: “Tal vez las cosas estén mal ahora, pero la crisis es transitoria y terminará pronto”
Esta es la etapa en la que los negacionistas finalmente aceptan que efectivamente hay cierta inestabilidad, pero afrontan el problema afirmando que la tormenta pasará rápidamente y que no hay nada de qué preocuparse. La cuestión es que pasaron mucho tiempo tratando de desacreditar a los economistas que les advertían que estaban mal y ahora temen más que se demuestre que estaban equivocados respecto de la crisis que se avecina. Es un tipo de enfermedad mental común a nuestra cultura: la negativa absoluta de un gran porcentaje de la población a admitir estar equivocados y seguir adelante.
Está bien equivocarse a veces. No está bien negarlo.
La afirmación de que un colapso es “transitorio” es una forma que tienen los escépticos, abrumados por los hechos y las pruebas, de seguir descartando la realidad. Si el declive económico no dura mucho, entonces nunca tendrán que conceder la derrota a los «teóricos de la conspiración».
Etapa 4: “Nadie vio venir la crisis”
Los medios de comunicación y los funcionarios gubernamentales tienden a aprovechar agresivamente esta etapa de negación. En otras palabras, este es el momento en que afirman que “nadie lo vio venir”. El evento cayó como un rayo de la nada. Nadie podría haber previsto este resultado y no hay nada que nadie pudiera haber hecho al respecto.
Cada vez que escucho estos argumentos, recuerdo la tendencia cinematográfica de principios de la década de 2000 de películas de desastres globales. Siempre están esas escenas en las que el asteroide, la ola del océano o el tornado golpean y vemos a miles de personas corriendo como hormigas, sólo para ser aplastadas por una fuerza divina contra la que no tenían poder para defenderse. Esas películas juegan con un elemento oculto de fatalismo en la mente humana.
Hay un extraño mecanismo en el pensamiento de algunas personas que quiere creer que no tienen poder para cambiar sus circunstancias. Se sienten mejor asumiendo que las mareas del destino están fuera de su control y que no podrían haber hecho nada diferente. En realidad, todo lo que tenían que hacer era escuchar y pensar críticamente y podrían haberse preparado en consecuencia. Su dolor es el resultado de su propia ignorancia y ego.
Etapa 5: “Todos vieron venir la crisis”
Ah, sí, la etapa final de la negación. Éste es mi favorito. Es el momento inevitable en el que los escépticos admiten plenamente que el colapso económico es una realidad y luego afirman que “lo vieron venir desde el principio”. La incapacidad de estas personas para admitir que estaban equivocadas degrada su capacidad para tomar decisiones informadas sobre el futuro.
Saben que se avecina una crisis y ahora fingirán que sabían que iba a suceder. Por lo tanto, todos los “teóricos de la conspiración” que intentaron advertirles no son especiales ni están mejor informados que ellos.
Por supuesto, nunca veremos ninguna evidencia de que estos escépticos (y muchos economistas tradicionales) realmente predigan algo. Los verás prediciendo lo contrario, fallando en sus pronósticos y atacando a cualquiera que sugiera que podrían estar equivocados. Uno se pregunta por qué es tan importante para ellos evitar dar crédito a quien se lo merece y aprender de sus errores, pero cuando la identidad de una persona está tan centrada en ser el «experto», la idea de perder completamente la pelota en vísperas de lo que podría ser un gran desastre económico es demasiado para soportar.
Son tiempos de mucha incertidumbre y necesitamos estar informados.
Alejandro Gómez Tamez*
Director General GAEAP*
alejandro@gaeap.com
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