Ahora en día muchos analistas económicos tratan de descifrar si el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump cumplirá sus promesas de campaña o si sólo fueron cosas que dijo para ganar el apoyo popular. Dados los enormes problemas y retos en materia económica que enfrenta la economía más grande del mundo, todo parece indicar que Trump si tratará de cumplir lo que prometió, y estas “soluciones” que plantea para resolver los males estadounidenses afectarán a todo el mundo, en especial a economías como la mexicana.
Para entender mejor la situación tenemos el artículo de Jeffrey Tucker, publicado el 11 de noviembre en el portal The Epoch Times y titulado “Los desafíos económicos que enfrenta la administración Trump” se analizan los problemas inflacionarios, fiscales y comerciales que deben resolverse y la manera en que éstos están interrelacionados.
El artículo comienza mencionado que el primer gran desafío para la administración Trump será controlar la inflación, misma que repuntó a 2.6% anual en octubre de este año. Ya está resurgiendo y Estados Unidos podría enfrentar una segunda ola que iniciará en el verano de 2025. A lo largo de la campaña presidencial, fue escasa la conversación honesta sobre las causas del problema de alza de precios que ha los ha aquejado.
Contrario a lo que propuso la candidata demócrata, Kamala Harris, la inflación no se puede detener con leyes “antiespeculación”. Nadie le creyó nunca que esa propuesta lograría algo. El mensaje no tuvo ninguna resonancia pública.
Pero, lo que es igualmente crucial es que la inflación no fue provocada por la regulación energética y las restricciones a la producción de petróleo y gas impuestas por la Administración Biden. Es verdad que eso aumentó los costos del transporte, sí, pero el precio del petróleo ahora no es alto y la inflación sigue siendo una amenaza.
La raíz del problema es tan demasiado obvia que resulta repetitiva señalarla. Durante los últimos dos años, la base monetaria creció en seis billones de dólares gracias a una bonanza de gasto descontrolada por parte del Congreso, que se pagó en su totalidad con compras por parte de la Reserva federal de nueva deuda emitida por el Departamento Tesoro.
Como el nuevo dinero se distribuyó directamente a la población con entregas directas, se diluyó el valor del dólar estadounidense en términos de lo que puede comprar de bienes y servicios. El crecimiento se detuvo con los aumentos de las tasas de interés, pero la Reserva Federal ha dado marcha atrás nuevamente iniciando un ciclo de baja de los intereses en un intento de prevenir la recesión. La tasa de interés de fondos federales ha bajado en dos ocasiones en 0.75 puntos porcentuales y se encuentra en un rango de 4.25% a 4.50%.
A lo largo de 2024, la oferta de dinero ha estado creciendo de nuevo, gracias a una gran cantidad de emisiones de bonos del Tesoro de Estados Unidos diseñadas para impulsar el PIB en un año electoral.
No hay una solución fácil para esto. Bajar los precios de la energía con más oferta puede ayudar, pero hay un punto en el que los precios más bajos en realidad reducen la oferta, simplemente porque ya no son suficientes para cubrir los costos de perforación y refinación. Por supuesto, hay que desregular, pero lo que sí es seguro es que esa medida por si sola no resolverá el problema de la inflación.
La administración Trump tampoco debería preocuparse demasiado por el fantasma de la deflación. La gente siempre se beneficia del aumento del poder adquisitivo. Los productores pueden afrontarlo perfectamente, como ha demostrado la industria informática y del software durante casi 30 años. No se debería tomar ninguna decisión política con el objetivo de detener la deflación. Eso no es una amenaza en este momento.
Lo ideal sería que la administración Trump buscara una solución al problema de la Reserva Federal, como poner fin de forma permanente a las operaciones de mercado abierto y las compras masivas de deuda. El efecto de esos cambios a largo plazo sería muy benéfico, pero eso no pone fin al problema que existe en este momento.
Los controles de precios son un anatema en todas las circunstancias.
Es así que la mejor estrategia para abordar el problema de inmediato es estimular la inversión productiva privada a través de recortes drásticos de impuestos (sobre el capital y los ingresos) y una desregulación enorme y de gran alcance a todo aquello que reduzca los costos de creación y funcionamiento de las pequeñas empresas. Eso es esencial.
Hay que tener en cuenta que los economistas ortodoxos gritarán que un mayor crecimiento económico solo empeora la inflación. Esto es un error. No hay otra forma de decirlo. Son solo malos análisis que surgen de modelos obsoletos. Un mayor crecimiento por el lado de la producción no alimenta la inflación, la mitiga, ocultando su impacto en medio de más oportunidades y la creación de más riqueza.
Los recortes de impuestos también ponen más dinero en manos de productores y consumidores, otorgando más control sobre la riqueza en manos del público para que los aumentos de impuestos disfrazados en la forma de inflación tengan menos impacto en la población.
Por supuesto, los recortes de impuestos reducirán los ingresos del gobierno y aumentarán la deuda, que también es inflacionaria, por lo que esto se puede volver un problema importante. Una vez más, encontramos la respuesta en la forma de recortes de gastos públicos de gran alcance. En realidad, no hay otra opción. Recortar 2 billones de dólares del presupuesto es un buen comienzo, pero no es suficiente. Estos tienen que ser recortes reales, no recortes falsos en la forma de que se está disminuyendo la tasa de crecimiento del gasto.
Algunos déficits de ingresos pueden cubrirse con el cobro de aranceles, pero esto conlleva posibles peligros. Hay tres razones para imponer aranceles: los ingresos, la protección de la industria y el reequilibrio de los sistemas de liquidación, pero funcionan con propósitos cruzados. Los ingresos provienen del pago de los aranceles, por lo que sólo se pagan cuando hay comercio. La protección se produce cuando el comercio se limita de manera que resulta menor al que habría sin aranceles.
De esta manera, cuanto más protección, menos ingresos. Cuanto más ingresos, menos protección.
¿Ve usted el problema? El que Estados Unidos dependa de los aranceles para compensar las pérdidas de ingresos derivadas de los recortes de impuestos requiere sin duda de la existencia continua de importaciones, especialmente de bienes de capital de alto valor en dólares. La búsqueda de cada vez más ingresos de esta fuente perpetúa el problema de la competencia industrial internacional. En cuanto al reequilibrio del comercio, es probable que eso no pueda suceder mientras el dólar (y el petrodólar) sean el medio de pago internacional preferido.
Lo que Jeffrey Tucker quiere decir es que existen límites reales y no siempre se puede saber de antemano cuáles son.
Tampoco hay forma de saber con precisión cuándo los consumidores y productores se rebelarán contra los aranceles elevados que se impongan, que resulten en un aumento absoluto de los precios de los bienes y servicios.
En cualquier caso, si lo analizamos en su conjunto, las mejores esperanzas que tiene la administración Trump para evitar una situación de estanflación es realizar cambios regulatorios masivos, recortes drásticos del gasto discrecional y enormes disminuciones de los impuestos sobre el capital y los ingresos para generar optimismo y poner más dinero en los bolsillos de la gente.
Los nuevos aranceles van a llegar de cualquier manera dada la perspectiva de Trump, pero lo máximo que pueden esperar en Estados Unidos es que éstos hagan el menor daño posible. Trump y si equipo de asesores esperan que reviertan los números rojos en los déficits comerciales, pero eso es muy dudoso. Mientras el dólar estadounidense sea la moneda de reserva mundial, los bancos centrales extranjeros seguirán almacenándolos en la forma de reservas internacionales.
Recuerden que un dólar fuerte impulsa las importaciones de Estados Unidos, lo que va en contra de la agenda comercial de Trump. El valor del dólar en términos de otras monedas ha venido aumentando recientemente y probablemente seguirá creciendo. No existe una amenaza real para el dólar como moneda de reserva en el corto plazo. No es un tema que deba preocupar demasiado a los estadounidenses en este momento.
Dejando eso de lado, un nuevo entorno de fomento a la inversión productiva podría brindar el impulso para un nuevo enfoque en el crecimiento, que a su vez aumentará los ingresos fiscales del gobierno por sí solo. Si el cambio es lo suficientemente serio, podría revertir la psicología pesimista de los inversionistas y producir un efecto transformador en el estado de ánimo del público y su confianza. Esta es la mayor esperanza que Estados Unidos tiene.
Para los estadounidenses el no hacer nada no es una opción. El equipo de transición de Donald Trump lo sabe y se está preparando para actuar.
Son tiempos de mucha incertidumbre y necesitamos estar informados.
Alejandro Gómez Tamez*
Director General GAEAP*
alejandro@gaeap.com
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