La herencia Biden-Harris: un mundo en llamas

Resulta evidente que a la clase gobernante de México no le importan las consecuencias que tendrán en el tipo de cambio, inflación y actividad económica, sus reformas legales. Concretamente la del Poder Judicial y la relacionada a la desaparición de los organismos autónomos.

Al momento de escribir estas líneas, el dólar se cotiza en 20.10 pesos por dólar y la tendencia es de que seguirá en aumento.

Por otro lado, se especula que la Secretaria de Relaciones Exteriores, ha pedido revisar la relación comercial México-China, lo cual es especialmente relevante en el contexto actual, en el que han aumentado las voces que alertan por el riesgo que corre el T-MEC por las reformas arriba mencionadas.

¿Está estructurando México un Plan B de ir a abrazar a los BRICS si Estados Unidos nos echan del T-MEC? Sea como sea, es evidente que derivado de diversas políticas, tanto internas como del propio Estados Unidos, su liderazgo global ha venido a menos y ahora muchas naciones y sus líderes le hacen desplantes sin temor alguno.

En ese sentido, viene a mi mente un artículo de Victor Davis Hanson que acabo de leer y que fue publicado en American Greatness el 9 de septiembre, titulado “VDH: El mundo Biden-Harris está en llamas”.

El artículo comienza señalando que, de alguna manera, Estados Unidos terminó este verano con un presidente lejano, no comprometido, y con una vicepresidenta ausente, que evita al presidente y repudia frenéticamente todo de lo que ella fue copropietaria en los últimos tres años.

El mundo ya estaba confundido por el hecho de que de repente miembros anónimos del Partido Demócrata, aparentemente declararon que el presidente Joe Biden no era apto y por lo tanto no podía continuar como candidato presidencial.

El mundo también se preguntaba cómo fue que quienes organizaron su destitución no tuvieron ningún problema en permitirle, en su estado debilitado, continuar como comandante en jefe de Estados Unidos hasta el 20 de enero de 2025. Los que quitaron a Biden de la carrera presidencial demostraron sus prioridades, que se centran en retener el poder, no en el bienestar de la nación o en la voluntad de más de 14 millones de votantes que tuvo Biden durante las elecciones primarias demócratas.

Hasta la abdicación forzada de Biden, la vicepresidenta Kamala Harris era considerada por estos mismos solucionadores de problemas como demasiado incompetente para ser comandante en jefe y, por lo tanto, durante tres años, esa fue una buena razón por la que aparentemente Biden no fue obligado a renunciar.

Ahora, la vicepresidenta nominal Harris está en campaña electoral sin parar, mientras que Biden se ha tomado la mayor cantidad de días de vacaciones y ha trabajado la semana laboral más corta que se recuerde en la historia de los presidentes estadounidenses.

El mundo se pregunta de nuevo quién está al mando, en qué creen, quién es amigo y quién es enemigo. Harris está ocupada tratando de ser elegida sobre la base de tres premisas: 1. Renegar de su responsabilidad en lo que fue, en su mayor parte, una presidencia desastrosa de Joe Biden; 2. Reinventar su pasado y presente radical y adinerado para hacerlo ver como moderado y de clase trabajadora; y 3. Mantener un absoluto silencio sobre cualquier agenda detallada o plan de políticas para gobernar como presidenta.

¿Quién o qué gobierna ahora Estados Unidos?¿El que gobierna es un Biden que se la pasa en la playa o cerrando la tienda al mediodía para echarse una siesta y acostarse temprano? ¿O será la vicepresidenta Harris, lejos de la Casa Blanca, haciendo campaña y confundida sobre quién es realmente, quien quiere ser o qué planea hacer?

¿O acaso los verdaderos gobernantes de Estados Unidos son una élite silenciosa de grandes demócratas y donantes multimillonarios? Una camarilla que, tras organizar la candidatura de Biden, forzó a sus rivales en las primarias de 2020 a retirarse, ocultó conspirativamente sus limitaciones físicas y mentales durante más de tres años, y luego lo emboscó para apartarlo del ticket demócrata. Ahora, en un giro frenético, buscan reinventar a Kamala Harris, a quien hace tan solo unos meses desestimaban como una incompetente y radical sin futuro, presentándola ahora como una figura centrista y capaz.

Como resultado de esta falta de liderazgo, ahora tienen un mundo lleno de enemigos, confundido pero también alentado, que observa a los Estados Unidos en un estado de apatía  y se pregunta si vale la pena intentar algo estúpido que acerque al mundo al desastre nuclear.

En este creciente vacío de poder, numerosos oportunistas extranjeros, enemigos declarados y nihilistas están aprovechando la ocasión, convencidos de que Biden no es simplemente un pato cojo, sino uno completamente incapaz, mientras que Harris parece una funcionaria perdida, aún en busca de una identidad y una visión clara.

Los hutíes, son una camarilla de terroristas que secuestraron Yemen y después de sacudirse unos cuantos ataques de represalia de “precisión” por parte de Biden, ahora son los “dueños” del Mar Rojo. Acaban de atacar un petrolero con bandera griega que ahora está a la deriva y contaminando dicho mar. Esto les sirve como advertencia a los barcos comerciales para que se mantengan alejados de su mare nostrum.

Los hutíes no dependen de una intervención occidental o estadounidense para permitir el tránsito seguro de la flota comercial mundial en el sur del Mediterráneo. Occidente parece subestimarlos, considerándolos atrasados y sus drones como tecnologías rudimentarias y de bajo costo. Para Estados Unidos, con su inmenso poderío militar, resulta poco práctico enfrentar estos ataques improvisados con armas sofisticadas, multimillonarias y, en muchos casos, mal empleadas. Y quizá, en el fondo, tengan razón.

De hecho, bajo el gobierno de Biden y Harris, el mundo ha perdido el tránsito libre y seguro en el mar Rojo, el mar Negro, el mar de China Meridional, el estrecho de Ormuz y el Mediterráneo oriental. ¿El próximo problema será en el Caribe o el Atlántico medio? El ejército estadounidense tiene miles de soldados menos y los barcos mercantes están parados.

Por su parte, el enemigo/aliado estadounidense de la OTAN, Turquía —cuando no está amenazando con enviar misiles contra Grecia, otro miembro de la OTAN, está alardeando de una nueva limpieza étnica contra los armenios, lanzando más advertencias a Chipre, bombardeando a los kurdos, conspirando con los rusos y los chinos, tratando de vetar la membresía de Finlandia y Suecia en la OTAN, o afirmando que las armas nucleares estadounidenses basadas en Turquía son prácticamente suyas— aparentemente ha creado un clima tan antiamericano que sus matones callejeros pro-Erdogan sienten que pueden golpear a los marineros estadounidenses de visita, que atracan en Izmir para ayudar a la marina turca.

En la Casa Blanca no han dicho ni pío. Si así fuera, el presidente Recep Erdogan habría lanzado una de sus habituales respuestas desquiciadas.

Ahora, en el Medio Oriente Hamás acaba de asesinar a más de sus rehenes israelíes, entre ellos un ciudadano estadounidense.

Pero ahora Joe Biden parece estar más preocupado por los 250,000 votantes musulmanes de Michigan (que han mostrado una gran solidaridad con Hamás) que por los intereses estadounidenses en Oriente Medio. Como es habitual y con total naturalidad, ha publicado uno de sus editoriales vacíos antes de volver a la normalidad con un performance que ataca a Israel.

Manifestación en Dearborn, Michigan, el 14 de octubre de 2023 (Fotografía de JEFF KOWALSKY / AFP)

En el mundo de Biden, Israel, el aliado más cercano y único de Estados Unidos en Oriente Medio, tiene la culpa del conflicto en la zona. Biden y Harris olvidan que Hamás inició la guerra actual masacrando a 1,200 israelíes en tiempos de paz, regresó a su laberinto subterráneo con más de 250 rehenes, escondió a sus asesinos terroristas bajo escuelas, hospitales y mezquitas, asesinó a todos los que estaban a punto de ser rescatados por las fuerzas israelíes y prometió matar a más si los intentos de rescate continuaban.

El mensaje de Biden y Harris parece claro: las naciones prooccidentales, civilizadas y gobernadas por consenso son racionales, lo que las hace receptivas a Estados Unidos. Por ello, se las debe aprovechar e incluso castigar por su racionalidad. En contraste, las camarillas terroristas antiamericanas, medievales y teocráticas no siguen esta lógica, y por eso deben ser apaciguadas y eximidas de críticas o represalias debido a su naturaleza fuera de la ley.

Normalmente, cuando se le pregunta sobre amenazas extranjeras que puedan dañar a los estadounidenses o sus intereses, Biden lanza una de sus habituales amenazas de una sola palabra: “¡No!”. Esa banalidad vacía y cansina ahora se interpreta en el extranjero como que no habrá consecuencias si se daña a Estados Unidos. Como regla general, es mucho más probable que un Biden animado amenace con golpear o atacar a Trump que a Hamás o Irán.

Ahora, el caso de Brasil. Como muchos lo advirtieron, se encamina hacia un comunismo latinoamericano a gran escala, al estilo de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Ahora libra una guerra de censura contra Elon Musk, con la aprobación tácita del consorcio Biden-Harris, por el delito de convertir el otrora útil megáfono izquierdista y censurado de Twitter en un pabellón global de libertad de expresión llamado X.

Por su parte, Ucrania lleva semanas dentro de la Madre Rusia, lo que es estratégicamente comprensible, pero geoestratégicamente peligroso contra una hiperpotencia nuclear dirigida por un dictador despiadado. Biden no tiene idea de lo que está haciendo Estados Unidos, aparte de suministrar suficientes armas a Ucrania para no perder, pero más que suficientes para desencadenar una guerra en un escenario más amplio. Si se les pregunta a Biden y a Harris cuál es la estrategia estadounidense en Ucrania, uno murmurará algo incomprensible, mientras que la otra lanzará una letanía  circular sobre el “arte de la diplomacia” o la “fragilidad democrática”.

Irán teme más a una respuesta israelí que a las amenazas estadounidenses.

¿O es peor que eso? ¿La teocracia depende ahora de Biden-Harris para frenar cualquier represalia israelí por las decenas de miles de cohetes lanzados por Hamás, Hezbolá e Irán contra el Estado judío?

Todo lo que Biden y Harris tenían que hacer era seguir el protocolo que dejó Trump de advertir a Irán que se mantuviera al margen del conflicto. En cambio, de facto dio luz verde a la cadena de suministro de armas iraní a Hamás y Hezbolá y los dejó a todos en libertad para que asesinaran.

La política exterior de Estados Unidos hacia Irán parece ser ahora una continuación del enfoque de la era Obama, donde se veía al bloque chiita-persa como un contrapeso frente a los moderados del Golfo y la democracia israelí. A Biden y Harris parece no importarles que Irán avance en su programa nuclear; de hecho, en su retorcida lógica heredada de la era Ben Rhodes-Barack Obama, podrían incluso apoyar tácitamente esa nuclearización bajo el pretexto de «controlar» al Estado judío.

Finalmente, el caso México. El presidente Andrés Manuel López Obrador, ahora también se ha vuelto abiertamente comunista. Mientras prepara el camino para su sucesora, Obrador busca destruir lo que queda de la democracia mexicana.

AMLO, recuerden, se jactó de las decenas de millones de inmigrantes ilegales que México expulsó y llevó a Estados Unidos, especialmente considerando los 60 mil millones de dólares en remesas que envían para apuntalar un narcoestado que de otro modo estaría fracasado. Cuando se retire, se jactará de haber sido el primer presidente mexicano en destruir la frontera con Estados Unidos.

Incluso instó a todos los expatriados mexicano-estadounidenses a votar en contra de los republicanos. Durante los próximos meses, cooperará con Estados Unidos para frenar el flujo de inmigrantes hacia el norte, a fin de permitir que Harris y Biden afirmen que están a favor de una “seguridad fronteriza” antes del ciclo electoral del 5 de noviembre, y de ese modo ayudar a Harris a ser elegida y dar la bienvenida a otros 10 millones de inmigrantes ilegales.

En sus delirios, AMLO —quien demostró ser uno de los antiamericanos verdaderamente peligrosos en el escenario mundial— cree que está ganando la segunda fase de la guerra mexicana del siglo XIX. De hecho, lo único que está demostrando es que millones de mexicanos quieren salir de su país y sólo lo idealizan cuando están a salvo y permanentemente alejados de sus numerosos paradigmas fallidos.

El autor concluye que en realidad no existe un presidente Biden ni una vicepresidenta Harris. El primero no está en sus cabales y está fallando cada vez más rápido. La segunda no tiene idea de quién es ni de qué debería hacer. La camarilla que diseñó sus respectiva salida y entrada se preocupa más por retener el poder que por usarlo en beneficio de los intereses estadounidenses.

Así pues, los Estados Unidos están en tiempos peligrosos.

Todos los enemigos de Estados Unidos, e incluso antiguos neutrales, están desconcertados. Creen que los próximos dos meses presentan oportunidades únicas, a menos que Harris sea elegida, lo que extendería esas ventajas durante cuatro años más. Mientras los estadounidenses perciben este periodo como un declive caótico, el resto del mundo lo ve como una ocasión propicia y madura para ser aprovechada.

Son tiempos de mucha incertidumbre y necesitamos estar informados.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

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